viernes, 1 de julio de 2022

Bitácora de una Colombia que renace (2)

 Un gobierno de acuerdos y desacuerdos, como debe ser.



Quienes votamos por Petro, lo hicimos con la convicción íntima de ver en nuestro país un cambio profundo tanto en instituciones como en las costumbres políticas que repercuta con gran impacto en el modo de vida y en la prosperidad de cada colombiano. Esa es, a grandes rasgos, nuestra ambición con un gobierno petrista. Como pueden apreciar, el listón no es bajo para el nuevo presidente. Es lo que se ha venido reclamando elección tras elección, con su consecuente desilusión y su consecuente volver a creer. Por tanto, desde esta perspectiva, puedo decir que los votantes por Petro (la base primera del petrismo) esperan ver cristalizados esos anhelos, nada más. El cómo es lo que nos diferencia a unos y otros pertenecientes a esas bases. Sostengo que el presidente electo gobierne para todos y no solamente para las diversas alas de su amplio frente. Que los anhelos primeros sean tangibles en nuestra cotidianidad, que la prosperidad estatal permee todos los estratos sociales y que los excluidos, así sea en este gobierno, por fin sean reivindicados en obtención de derechos, recursos y oportunidades. Que el progreso, tan cacareado por tirios y troyanos, sea alcanzable para todos y que nuestro país avance (aunque sea un poco) en relación a índices de pobreza y desarrollo.  En fin, que la balanza sea equilibrada.



Estas premisas serán perogrullescas para quienes por años le han apostado a la justicia social. Y lo comprendo. Lo anterior no es más que un recordatorio doloroso e hiriente de buenas intenciones con las cuales se establece una buena campaña política,  como lo hemos visto hasta el hartazgo. Lo que cambia ahora es que hemos conseguido,  a través del voto libre, una oportunidad incomparable de lograr eso que nos parece quimérico. Por lo tanto, vuelvo al cómo: dado que el gobierno es para todos, es factible que en este ejercicio haya facciones que discrepen con el presidente sobre las formas de su labor. Y es a este punto al que quería llegar: para lograr alcanzar los grandes desafíos que nos esperan, hay que gobernar con todos, y no sólo con sus simpatizantes. Es cierto que fueron los electores los que llevaron al poder al presidente, pero en el acto de gobernar, este funcionario debe hacerlo con todo el espectro social que compone nuestra nación y no sólo con sus copartidarios. Eso parece que lo tiene claro Petro, dados sus nombramientos ministeriales. Pero, al hacerlo, comienzan a escucharse disensos entre las bases, lo cual es normal. Los petristas más radicales (los sectarios, como habría que nombrarlos) deben entender que el gobierno debe ser incluyente, tanto con contradictores como con simpatizantes y ese cariz no es señal de debilidad o traición.  Como lo dijo Petro en la entrevista a la revista Cambio, hay que superar los sectarismos, con lo cual concuerdo. No que concierte un armisticio con las élites que tanto hemos resistido (como pueden verlo los sectores más recalcitrantes, tanto de Derecha como de Izquierda) sino que convoque en torno suyo los diversos estamentos sociales para construir  entre todos, una Colombia renaciente. Como debe ser nuestro corolario.



Como presidente, Petro tendrá que lidiar con estos sectores extremos como ha tenido que hacer por años con quienes lo resisten. Como lo dijo en la citada entrevista, si solo gobierna para sus copartidarios e ignora la otra Colombia que votó en su contra, se aísla y lo tumban. Y es nuestro deber de brindar al nuevo gobierno un muro de contención que lo respalde sin perder nuestro carácter crítico e independiente. No queremos puestos ni prebendas: con tal de que cumpla la mitad de las promesas que hizo y que la prosperidad esté al alcance de todos (como fue su blasón de campaña) los primeros electores de Petro nos sentiremos satisfechos.



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